25 marzo 2009

Benedicto XVI y el Sida: el Papa yerra de nuevo


Incluso remontándome a mis más oscuras épocas de católico franciscano-carismático (una extraña forma de emotivismo protestante, avalada por la Iglesia) no extraigo recuerdos en los que haya podido conciliar, dentro de mi antiguo teísmo, con la idea de la infalibilidad papal.

Con mucha mayor razón, en mi etapa más estable de catolicidad (cuando portaba una fe franciscano-liberacionista), nunca pude tragarme la farsa que parlotea en torno a la imposibilidad de equivocarse del Papa. No se adecuaba a mi tendencia aggiornizante ("modernista" le llamarían algunos tradicionalistas fanáticos). Recuerdo que le decía a mi madre que, si la Iglesia anulaba el celibato sacerdotal, yo no hubiera tenido ningún problema de ingresar a un seminario de formación teológica. Y también guardo en mi memoria que me repugnaba (como lo sigue haciendo ahora) la estupidez discriminatoria de los jerarcas del Magisterio hacia el sexo femenino, que le impedía el acceso al sacerdocio, bajo la excusa de que "Cristo no llamó a mujeres entre sus discípulos".

En aquel tiempo (bíblica frase) gustaba más de la propuesta de las comunidades eclesiales de base, y de la Teología de la Liberación. Un especial recuerdo tengo del sacerdote capuchino Miguel Rojas, un pujante líder del templo "Virgen de la Familia" (ubicado en la urbanización de La Campiña, en el distrito limeño de Chorrillos), que sabía tomar elementos de la doctrina cristiana en favor del fortalecimiento de las organizaciones populares de aquel barrio, donde me desarrollé labores de dirigente juvenil parroquial.

El padre Miguel hacía uso de su autoridad para barrer con las diversas argollas que lucraban con la religiosidad de la población. Ya sean hermandades, coros, catequistas o misioneros, pasaba a retiro a quienes, por querer seguir disfrutando del presupuesto parroquial, se negaban a adoptar la espiritualidad franciscana originaria, y se rodeaba de quienes, por convicción, servían al "pueblo de dios". Todo ello, sin temer acusaciones de ser demasiado "político".

En uno de sus últimos sermones, denunció la actitud discriminadora del Arzobispado de Lima (dirigido por Monseñor Cipriani), que ordenó cerrar el servicio de acolitado femenino. Es decir, las mujeres no podían ni ayudar al sacerdote a hacer las ceremonias de culto religioso. "Vendrán tiempos de mayor justicia", expresó valientemente el único sacerdote que admiro hasta la actualidad. Lamentablemente, el padre Miguel pronto fue reemplazado por curas más tradicionales, que redujeron el trabajo de base a una labor burocrática que bloqueba toda innovación e iniciativa popular. Supe que lo mandaron lejos del Perú. Pero no he vuelto oir de sus actividades.

Desde entonces, mi vida ha dado giros radicales, saltos cualitativos. Mi religiosidad ha variado, pero mis deseos de servir al pueblo sigue intacta. Ya no creo en la existencia de dioses, ni siento dependencia de utópicos seres sobrenaturales. Mis convicciones más fuertes están vinculadas a la necesidad de aportar a la transformación de la sociedad actual, de un nuevo mundo posible.

Todo este preludio viene a cuento para manifestar mi indignación ante las frases de Benedicto XVI en África, durante su gira a Camerún (17-20 marzo 2009) y Angola (20-23 marzo 2009). El primer día de su gira, en Yaundé, afirmó que el Sida "no se puede superar con la distribución de preservativos" y que, por el contrario, éstos "aumentan los problemas". Y se ha atrevido a proponer las viejas soluciones a la pandemia: exclusivismo sexual (monogamia), o abstinencia, abstinencia y más abstinencia. Esto (que el Papa llama "humanización de la sexualidad"), ha sido dicho en un continente donde se padece el 63% de casos de personas infectadas por el VIH a nivel mundial.

El Papa actualmente reinante (que tiene un "palmarés" de hechos lamentables, que incluyen discursos azuzadores de la violencia religiosa, conciliaciones con los sectores fascistas de la Iglesia, y la exaltación del sufrimiento y la agonía contra todo sentido común) ha metido la pata nuevamente. Su supuesta infalibilidad en materia teológica no le permite acertar en sus apreciaciones sobre la problemática social y de salubridad que afecta al tercer mundo. No ha denunciado, por supuesto, la falta de esfuerzos de las corporaciones farmaceúticas para abaratar los costos de los tratamientos para pacientes de VIH, que el día de hoy deben adquirir medicamentos carísimos para controlar su enfermedad. La culpa toda, eso sí, la tendrían los "malos" instintos humanos, el alejamiento de la "gracia de dios" y nuestra "naturaleza pecadora y sufriente". Viejos argumentos agustinianos, que el día de hoy ya no convencen, en la práctica, a las masas conscientes.

Las declaraciones papales no han sido del gusto ni siquiera de los gobiernos liberales. Diversos países europeos han deslindado con ellas, pues develan indirectamente, frente a este grave problema de salud, la indolencia de la "comunidad internacional", de la cual forma parte el mismo Benedicto XVI. El programa para el sida de la ONU, se ha apresurado en afirmar que el preservativo es, hoy en día, la mejor forma de protección para las personas sexualmente activas, que no piensan reprimir sus experiencias amatorias por hacer caso a consignas oscurantistas.

Es así que el "santo padre" ha cometido uno de sus dislates más vergonzosos. Pues en esta ocasión ha sido duramente criticado por sus mismos aliados, ante quienes ahora pide no restringir su "libertad de expresión", bajo pretexto de que amenaza el ejercicio de su religiosidad. El anciano dirigente de la Iglesia católica pasa sus últimos días intentando concretar infructuosamente, su proyecto de hacer de la iglesia un "rebaño pequeño", sectario y elitista; atacando el relativismo, pero defendiendo el absolutismo del dogma y el Magisterio eclesiástico, que se considera el único depositario de la "Tradición apostólica"; desbaratando la línea del mítico Cristo que, dicho sea de paso, no ha dejado huella de su presencia concreta en la tierra, ni da visos de su próximo regreso. En esa "gran misión" Benedicto XVI incluye, por supuesto, eliminar toda propuesta progresista en el seno del resquebrajado catolicismo.

Pero no creo que logre éxitos. El Papa se muestra más falible que nunca.

23 marzo 2009

Autobiografía intelectual. Parte III: educación secundaria en los albores de mi primera adolescencia


Prosigo con los apuntes autobiográficos.

Autobiografía intelectual. Parte III: educación secundaria en los albores de mi primera adolescencia
Llamo mi "primera adolescencia" a la etapa inicial del cuestionamiento a mis propias tradiciones. La educación básica de mi niñez y la catequesis cristiana de mi pubertad alimentaron ilusiones de avance arrollador para mi futuro. Mi burbuja académica, sin embargo, se reventó frente a la realidad.

Un hecho concreto inició este proceso. Empujado por mi historial de calificaciones, mi familia intentó inscribirme en el colegio parroquial "Nuestra Señora de la Esperanza". Pero rechazaron la solicitud, ya que mi madre estaba separada de mi padre, lo cual suponía un "mal ejemplo" para los directivos de la escuela, puesto que ese simple hecho implicaba que mi familia no estaba "bendecida por dios".

En parte, considero, este rechazo fue un hecho positivo (impidió que fuera formado en un entorno sectario y falsamente "pacífico"), pero también tuvo elementos negativos que son objeto central de este post.

Seguí, pues, en el colegio de mi primaria. Decidido a continuar mi preparación y estudios. Sin embargo, otras fueron las condiciones de mi formación en el nivel secundario. El año 1993 fue un año desastroso para la economía y la moral social de mi país. Fujimori, el japonés que nos gobernó bajo la aquiescencia de la clase dominante del Perú, demolía lo poco que quedaba de la frágil institucionalidad proletaria, tanto a nivel formal como no formal. Su neoliberalismo salvaje, mediado por directivas imperialistas, perjudicó aún más la educación estatal. El populismo corrupto del Alan García versión 80s fue la condición de posibilidad de esta reacción furibunda de los sectores más fundamentalistas del empresariado.

Mi educación estuvo, pues, dirigida intencionadamente para formarme como una pieza de engranaje del capitalismo más burdo. Mis compañeros y yo no éramos conscientes de ello. Sólo lo mediocre de las sesiones de clase y la lumpenidad creciente del entorno escolar nos daban algunas señales de lo que ocurría a nivel macro.

Docentes arribistas que se lamentaban de su situación en la escuela pública; profesores autoritarios e intolerantes que nos restregaban nuestra ignorancia y la incomprensión de sus métodos; catequistas de religión que nos condenaban al infierno si no nos "convertíamos a cristo". Del lado de los alumnos, la mayoría de mis compañeros sólo se preocupaban por el fútbol y las fiestas. Otros, nos reducíamos al segundo plano o desarrollábamos una personalidad huraña. En fin, toda una lección de descomposición social y jibarización sistemática.

Mi interés por los estudios disminuyó. Detestaba el colegio. Mis notas disminuyeron y se abrió un intervalo de oscuridad cognoscitiva y valorativa. La década pérdida del Perú se tradujo también en mi vida personal. Mientras tanto, una constitución farsante más fue aprobada bajo una dictadura neofascista, las luchas populares se aplacaban bajo el pretexto de la "guerra contra el terrorismo" (tan de moda hoy a nivel mundial), y se intentaba reducir a las masas peruanas a una mole pasiva, cuya principal víctima fue la juventud. Paralelamente, miles de campesin@s terminaban de ser esterilizad@s, intimidad@s, masacrad@s, torturad@s, asesinad@s.

Mis compañeros y yo crecimos embobados, resentidos, o indiferentes. Corría el año de 1997 y terminé la experiencia de la secundaria de una manera extremadamente anodina. Ese fue el caldo de cultivo que influyó en muchas de mis posteriores decisiones y tomas de posición eclécticas; fue el inicio, la alborada de una primera adolescencia conflictuada y alienada. Pero ya hablaremos de ello en una próxima oportunidad.

19 marzo 2009

Nuevo nombre y dirección para este blog

Desde hoy, este blog pasa a llamarse Sangre e Ideas, en vinculación a la cita de Nietzsche que Mariátegui parafrasea en la "Advertencia" de sus Siete Ensayos:

Si algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de... meter toda mi sangre en mis ideas.

Además, la dirección del mismo ha variado, ahora es:
http://franciscoramos.blogspot.com.

Estos cambios no necesariamente son indicadores de saltos cualitativos. Esos vendrán, definitivamente, después. Pero con ellos, por lo menos, quiero evitar confusionismos respecto del anterior nombre y dirección del blog, Perenne Contradicción. Pretendía, con ese título, hacer alusión a la universalidad de los procesos de transformación en la realidad, pero algunos lo tomaban como una consigna tradicionalista de mi parte, como una conciliación con mis anteriores actitudes eclécticas (como si me regodeara de antiguas incoherencias en mi vida, como si no estuviera dispuesto a corregirlas). Se prestaba, por tanto, a algunas falacias de énfasis.

Trato de deslindar, pues, con esas ambigüedades. Mis artículos en esta bitácora seguirán estando orientados a resaltar el valor del pensamiento crítico y aplicado, como superación de los modos academicistas y meramente especulativos de reflexión. A eso apuntaremos.

16 marzo 2009

El universo anti-arguediano de "La teta asustada"

El día de su estreno en Lima, jueves 12 de marzo de 2009, fui a ver la La teta asustada, tan aclamada por sus premios en el Festival de Cine de Berlín de este año, como mejor película y como elección de la crítica. Su reconocimiento marca, definitivamente, un antes y un después en la historia del cine criollo peruano. Ello, como insinué en un post anterior, es incuestionable.

Luces: calidad formal y franqueza de discurso
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La teta asustada es una creación polémica. Me parece que está en la intencionalidad de la directora el plantearlo de esa manera, sentando una posición sobre las realidades que -transversalmente- intenta reflejar. Es cierto que no se le pueden negar méritos, por los que, con toda seguridad, se explica su premiación internacional. Es resaltable el impacto visual de esta ficción de Claudia Llosa, con sus secuencias mostradas de manera ordenada e impecable, una cualidad que es rara de observar en el cine peruano. Desde el punto de vista semántico, las unidades narrativas están bien armadas, con miras a exponer un discurso visual que intenta ser accesible a la comprensión de quienes somos espectadores legos, por lo general sin formación en cuestiones de apreciación cinematográfica.

En ese sentido, la película transmite con solvencia su interpretación particular de las secuelas psicológicas de la guerra interna en nuestro país. Pero, a su vez, ilustra con sinceridad un punto de vista específico (el de los sectores dominantes) sobre la vida de los pobladores de los barrios periféricos de la capital, a los que se muestra sumergidos en tradiciones y folklorismos premodernos, que la obra no escatima en mostrar con mucho colorido, tan del gusto exotista de algunos europeos. Es evidente que estos aspectos (calidad formal y franqueza en el discurso), que marcan una constante en la corta producción de la directora, influyeron en la entrega del "Oso de oro" a La teta asustada.

Sombras: universo distorsionado y lineal.
Empero, muchas dificultades se ciernen sobre esta obra. Sus logros no ocultan las trivialidades de su estructuración. Por ejemplo, se abusa de los planos de rostro para reflejar los sentimientos y la condición de Fausta, la joven protagonista, lo cual distorsiona el intento de establecer un contraste con el mundo exterior a su conciencia, que la directora prefiere reflejar mediante panorámicas. Además, las angulaciones de cámara que reflejan una "perspectiva subjetiva", o las que están orientadas en contrapicado (es decir, de "abajo hacia arriba"), sólo tienen el interés de plasmar lo grande que le queda a la joven la realidad limeña, que se muestra ultra-compleja, al límite de lo absurdo. Los personajes del entorno inmediato de Fausta se filman en tomas amplias, se muestran primitivos, absurdos, grotescos. Este surrealismo mal trabajado no aporta en generar una identificación con la película.

Es criticable también la linealidad con la que se cuenta la historia. Ésta no permite establecer vínculos concretos con el pasado de Fausta, que vive con la ansiedad y el temor irracional de ser víctima de una violación similar a la sufrida por su difunta madre. De esta manera, lo que esta obra transmite es el miedo de una mujer que ha desarrollado un comportamiento casi psicótico, aparentemente sin relación con algún problema social o externo. Sólo sabemos que su comportamiento es "herencia" de haber convivido con su madre violentada. Su trauma vuelve a Fausta un molde pasivo, tratado cruelmente por la realidad limeña y sus habitantes. Es inevitable apelar entonces al concepto tradicional de "locura" para explicar lo sucedido a la joven heredera del trauma. El contexto de la obra no da para mayores suposiciones.

Es por estos aspectos que nos topamos con una película que no satisface las expectativas que generó su premiación. Es frustante corroborar que cada toma, escena y secuencia se desarrolla sin elementos que la expliquen mejor y nos lleven a una comprensión más global de lo que se cuenta. No hay saltos en el tiempo, que hubieran sido fundamentales para escarbar en las raíces profundas del conflicto psicológico que se relata. La historia inicia con la muerte de la sufriente madre de la protagonista y termina con la misma ya enterrada, olvidada, llevándose consigo -de una manera inexplicable- los miedos y angustias que aquejan a la joven. La liberación de ésta es inverosímil, poco convincente.

Extrapolación: el "anti-arguedismo" de la Llosa.
La obra queda, pues, reducida a la descripción mecánica de un proceso de condicionamiento de la protagonista a lo burdo de un microcosmos urbano-marginal. Sus motivaciones inconscientes la empujan a buscar el dinero necesario para enterrar a su madre, convirtiéndose en empleada de una mediocre artista burguesa, que utiliza las dotes musicales de la joven para reflotar su carrera. Fausta es sometida a una cosificación salvaje. A pesar de ello, cuando consigue su objetivo, vuelve a su mundo, "a donde pertenece", a la paz de su miseria.

Está por demás decir que, en este contexto, la condición acomodada de las clases dominantes no se cuestiona en ningún momento, e incluso se la llega a exaltar (muestra de ello son ciertos desenfoques de cámara en la película, que se utilizan para diferenciar el mundo "civilizado" de la residencia de la patrona, del "caótico" mercadillo popular colindante con su entrada trasera). Es por eso que La teta asustada muestra (así como también Madeinusa, la primera obra de la Llosa) un universo ficcional que yo me atrevería a calificar como anti-arguediano.

Me explico. José María Arguedas, eminente literato indigenista del siglo XX, reflejaba en los personajes de sus obras las formas típicas del espíritu andino: combativo, comunitario, amante del trabajo como fuente de vida y placer. En el devenir de sus obras, iba ampliando el panorama geográfico en que este espíritu y cultura indígenas se manifestaba: pueblos, provincias y, por último, la capital. En cada una de ellas, mostraba las contradicciones que se desarrollaban en aquellos contextos, resaltando el elemento vanguardista y progresista de la conciencia social del pueblo peruano. Sus obras, en ese sentido, son un ejemplo de cómo expresar estas realidades de una manera bella, sin caer en visiones unilaterales ni en panfletarismos.

Por el contrario, Claudia Llosa rompe (¿concientemente?) con la dialéctica arguediana del desarrollo. La reemplaza por una tradicional representación metafísica del "alma" de sus personajes. En La teta asustada hay un símbolo perverso: el ambiente laboral de Fausta la obliga a confrontar el retrato de un militar pariente de la artista. Ello no le provoca odio, indignación, cólera. Le provoca miedo, naúseas. Es el reflejo de la "víctima" que muchos limeños desean ver en las personas que han experimentado las consecuencias de la violencia política en el Perú. Sujetos que no combaten, reducidos al miedo, a los que hay que asistir constantemente, incluso frente a sus propios fantasmas.

Conclusión y recomendaciones.
No sería extraño ver en próximos proyectos de la directora la misma perspectiva sesgada, y en ese sentido posiblemente su obra se amplíe y se "consolide" (tal vez, desarrollando historias de peruanos inmigrantes en Europa, y así hasta que se agote la fórmula). Es parte de los privilegios de algunos artistas afines a la sociedad actual, posibilitados de acceder a un financiamiento y al apoyo mediático de sus obras. Sólo hay que preocuparse por entretener y/o sorprender a los espectadores con cierto "estilo", y evitar formar en ellos una conciencia de lo real a través del reflejo estético. La Llosa cumple estos requisitos, y los resultados están a la vista.

No quiero apresurarme en hacer proyecciones apresuradas. Lo que sí quiero volver a resaltar es que La teta asustada es un hito en el cine criollo y oligárquico de nuestro país. Y, sin duda, no podemos esperar de éste si no futuras creaciones que se centren, naturalmente, en defender los valores e intereses de aquel sector social. El trabajo de la Llosa y su equipo ha aportado a ese objetivo. No puede esperarse más.

Culmino este post algo extenso recomendando dos cosas: en primer lugar, la lectura de un artículo sobre el tema del crítico de cine Emilio Bustamante, que me parece debe ser tomada en cuenta por su rigurosidad, siempre y cuando no se tenga problemas en conocer el argumento de la película antes de verla. En segundo lugar, sugiero se atienda la perspectiva de Carlos Quiroz, creador del blog Peruanista. Si bien disiento con el énfasis que le pone a su postura indigenista, que me parece distractora de la problemática central de los grupos étnicos originarios de nuestro país, podemos encontrar en un video colgado por él en You Tube algunos elementos más que pueden aportar al juicio de la película ganadora del Festival de Berlín 2009, enfocando la temática del racismo presente en ella.

12 marzo 2009

La semifeudalidad en el Perú de hoy: un indicio de ello

Quisiera someter a vuestra consideración el tema de la semifeudalidad en nuestra sociedad. Sabemos, por el análisis científico que Mariátegui hizo de la realidad peruana, desarrollado a principios del siglo XX, que el Perú es un país semifeudal y semicolonial. Semifeudal porque persisten formas de servidumbre (en tiempos del Amauta, el gamonalismo y latifundismo), y semicolonial por la creciente presencia de los capitales imperialistas en nuestro territorio (que expolian nuestros recursos naturales y explotan nuestra fuerza de trabajo).

¿Es vigente dicho análisis para la realidad de hoy en nuestro país? La semicolonialidad, considero, es una realidad incontestable. La agobiante presencia de multinacionales que explotan al pueblo y sus riquezas lo confirman. Pero, ¿la semifeudalidad? Aparentemente, la decadencia del gamonalismo y latifundismo da pie para hablar de un Perú encaminado en el modo de producción capitalista. Ya no semifeudal.

Pero hay que tener cuidado con sacar conclusiones apresuradas. Según el profesor sanmarquino Octavio Obando, si bien las reformas velasquistas de los años 60s y 70s eliminaron buena parte de la presencia material de la semifeudalidad, ésta persiste en los afectos y la mentalidad de los sujetos. Y aquí saco a colación algo que suele manifestar en sus clases el profesor (también sanmarquino) Zenón Depaz: no bastan moles de cemento para generar modernidad. Por ejemplo, las actuales obras del municipio limeño (de las que tanto se vanagloria el actual alcalde de Lima) no son garantía de un desarrollo cualitativo de las condiciones de existencia de la población.

En ese sentido, podría concluirse: la semifeudalidad sigue vigente en casos concretos, bajo formas pseudo-capitalistas. Es por eso que, por ejemplo, podemos ver cómo en los barrios residenciales "modernos" de la capital habitan individuos que se sienten señores feudales, no sólo de sus propiedades, sino de su entorno barrial. Se encierran en sus burbujas de falso progreso, ponen rejas en las calles, impidiendo el tránsito de la gente que "no son como ellos". O es por eso, a su vez, que existen patrones que tratan a sus empleados como siervos, y los someten a una dependencia sistemática, donde ni siquiera se considera la fuerza de trabajo como una mercancía valiosa, sino subestimable (de ahí la política del "cholo barato"). Estas realidades muestran lo invertida que se encuentra nuestra conciencia social, la cual es necesaria de revolucionar radicalmente: atacando sus causas. La alienación, tema ampliamente tratado en la filosofía científica, sigue siendo un problema a combatir.

Sin pretender caer en verificacionismo positivista, inserto aquí en este post un "indicio" de lo afirmado: un video que colgué en You Tube, de un incidente que me ocurrió el pasado martes 10 de marzo. En él puede verse como intentan desalojar a mi mascota Laika de un parque público que queda a cuatro cuadras de mi casa, puesto que algunos vecinos del mismo lo consideran su "propiedad privada", y ello a pesar de que no infrinjo ninguna norma municipal sobre paseo de mascotas. Al parecer, la acción de mis "buenos vecinos" fue motivada por paralogismos como éste: "Si queda cerca de mi casa, es mi latifundio, mi chacra. Por ello, la puedo enrejar y dedicarme a botar a toda persona extraña a ella".

Nótese cómo se me califica de "enfermo mental" sólo por cuestionar estas formas tradicionales de pensar, y sobre todo cuando manifiesto que soy estudiante de filosofía. El incidente ocurrió la tarde del martes 10 de marzo de 2009, en la calle Río Ucayali, de la Urb. Los Alamos, en la zona de Salamanca (Lima, Perú), que es donde vivo. Utilizo terminología liberal, que al parecer ni siquiera es del agrado de ciertos sectores ultraconservadores de mi ciudad.

Pido disculpas anticipadas por ciertas afirmaciones incongruentes que vierto en ese video (como, por ejemplo, mi expresión "este es un espacio publicitario" en lugar de "espacio público") dichas al calor de la discusión.