23 marzo 2009

Autobiografía intelectual. Parte III: educación secundaria en los albores de mi primera adolescencia


Prosigo con los apuntes autobiográficos.

Autobiografía intelectual. Parte III: educación secundaria en los albores de mi primera adolescencia
Llamo mi "primera adolescencia" a la etapa inicial del cuestionamiento a mis propias tradiciones. La educación básica de mi niñez y la catequesis cristiana de mi pubertad alimentaron ilusiones de avance arrollador para mi futuro. Mi burbuja académica, sin embargo, se reventó frente a la realidad.

Un hecho concreto inició este proceso. Empujado por mi historial de calificaciones, mi familia intentó inscribirme en el colegio parroquial "Nuestra Señora de la Esperanza". Pero rechazaron la solicitud, ya que mi madre estaba separada de mi padre, lo cual suponía un "mal ejemplo" para los directivos de la escuela, puesto que ese simple hecho implicaba que mi familia no estaba "bendecida por dios".

En parte, considero, este rechazo fue un hecho positivo (impidió que fuera formado en un entorno sectario y falsamente "pacífico"), pero también tuvo elementos negativos que son objeto central de este post.

Seguí, pues, en el colegio de mi primaria. Decidido a continuar mi preparación y estudios. Sin embargo, otras fueron las condiciones de mi formación en el nivel secundario. El año 1993 fue un año desastroso para la economía y la moral social de mi país. Fujimori, el japonés que nos gobernó bajo la aquiescencia de la clase dominante del Perú, demolía lo poco que quedaba de la frágil institucionalidad proletaria, tanto a nivel formal como no formal. Su neoliberalismo salvaje, mediado por directivas imperialistas, perjudicó aún más la educación estatal. El populismo corrupto del Alan García versión 80s fue la condición de posibilidad de esta reacción furibunda de los sectores más fundamentalistas del empresariado.

Mi educación estuvo, pues, dirigida intencionadamente para formarme como una pieza de engranaje del capitalismo más burdo. Mis compañeros y yo no éramos conscientes de ello. Sólo lo mediocre de las sesiones de clase y la lumpenidad creciente del entorno escolar nos daban algunas señales de lo que ocurría a nivel macro.

Docentes arribistas que se lamentaban de su situación en la escuela pública; profesores autoritarios e intolerantes que nos restregaban nuestra ignorancia y la incomprensión de sus métodos; catequistas de religión que nos condenaban al infierno si no nos "convertíamos a cristo". Del lado de los alumnos, la mayoría de mis compañeros sólo se preocupaban por el fútbol y las fiestas. Otros, nos reducíamos al segundo plano o desarrollábamos una personalidad huraña. En fin, toda una lección de descomposición social y jibarización sistemática.

Mi interés por los estudios disminuyó. Detestaba el colegio. Mis notas disminuyeron y se abrió un intervalo de oscuridad cognoscitiva y valorativa. La década pérdida del Perú se tradujo también en mi vida personal. Mientras tanto, una constitución farsante más fue aprobada bajo una dictadura neofascista, las luchas populares se aplacaban bajo el pretexto de la "guerra contra el terrorismo" (tan de moda hoy a nivel mundial), y se intentaba reducir a las masas peruanas a una mole pasiva, cuya principal víctima fue la juventud. Paralelamente, miles de campesin@s terminaban de ser esterilizad@s, intimidad@s, masacrad@s, torturad@s, asesinad@s.

Mis compañeros y yo crecimos embobados, resentidos, o indiferentes. Corría el año de 1997 y terminé la experiencia de la secundaria de una manera extremadamente anodina. Ese fue el caldo de cultivo que influyó en muchas de mis posteriores decisiones y tomas de posición eclécticas; fue el inicio, la alborada de una primera adolescencia conflictuada y alienada. Pero ya hablaremos de ello en una próxima oportunidad.

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