08 febrero 2009

Autobiografía intelectual. Parte II: pubertad, educación cristianizante y ciertas aproximaciones a la realidad


El desaforado y calumnioso comentario de un troll anónimo me ha suscitado (por supuesto, sin espíritu de revancha hacia la nada, que nada es) el deseo de retomar mis apuntes autobiográficos. Ha pasado ya más de un año desde que empecé a escribir al respecto.

Vuelvo a reiterar los objetivos de esta sección del blog: mi interés no se encuentra en hacer alarde de mi vida, con la finalidad de hacer un elogio de mi persona. Si ese fuera el caso, pondría maravillas sobre mi vida, cuestión que no he plasmado en ningún escrito público ni privado. Menciono cosas positivas y negativas, tratando de ser autocrítico e ir a las causas concretas de mis diversos pasos de vida. Y, a su vez, exponer mi proceso de desarrollo, desalienarme y socializar mi experiencia en servicio del pueblo. Recomienzo, pues, la tarea.

Parte II: pubertad, educación cristianizante y ciertas aproximaciones a la realidad.
Decía al final de la primera parte de esta sección que mi niñez me dejo una "primera capa de alienación que barnizaba mi ser", ya que me educaron en separar en mi mente y en mi praxis el trabajo intelectual del trabajo manual. Sin embargo, con los noventas habría de desarrollarse una década en la que nuestro país vio obstaculizado su proceso de cambios, en consonancia con las exigencias de los movimientos sociales. Fue una época traumática, donde la violencia inflingida por los agentes nacionales del imperialismo contra toda forma de protesta social dejó una huella que hasta ahora permanece en la conciencia de las masas.

Mi vida personal no fue ajena a ello. Mi pubertad la inicié con una preparación catequística para el sacramento de la primera comunión. La potencia de los mitos cristianos en el ambiente sectarizado de una parroquia de clase media -el "Nuestra Señora de la Esperanza", en la zona de Salamanca, distrito de Ate- fue muy efectiva. Me parecieron muy interesantes las historias de la Biblia, por su nivel de fantasía, y por sus contenidos moralizantes.

Pero una cosa era el aprendizaje y otra la praxis concreta en estos ambientes religiosos. En mis compañeros de formación catequética, no podía dejar reflejarse una época donde el neoliberalismo empezaba a considerarse como la solución a todos los conflictos sociales, y la promoción del "espíritu de empresa" se consideraba la panacea. Notaba en muchos niños algo que no podía procesar racionalmente, y que sólo ahora identifico como clasismo. Esas diferenciaciones (del tipo "yo tengo mucho, tú tienes poco") me parecieron absurdas. Sólo me impresionaba lo aferrado a las cosas que estaban algunos niños, algo que no encajaba con mi educación, condicionada por mi pobreza material. En ese contexto, inicié mi "segunda fase" de formación en la ideología católica.

Sin embargo, lo que considero realmente un hito en mi vida es mi aproximación a la realidad con la lectura de una famosa historieta de los años 80: El Cuy, de Juan Acevedo. Uno de mis tíos maternos -el que se hizo cargo de mi manuntención, hoy fallecido- había juntado, de manera un poco temerosa por la absurda represión del aprismo, ejemplares de el "Diario Marka" (un períodico de izquierda de los ochentas). Ahí venían esas historietas, entre otras que trataban de reflejar un poco la realidad que vivíamos en el Perú. Pero, estando en Lima, ellas no pasaron de parecerme un interesante reflejo de lo que sucedía en zonas lejanas, tan lejanas que hasta llegaba a concebir como imaginarias. La rutina de mis familiares, de pasar el día para sobrevivir, no les permitía darme nociones sobre lo que sucedía en un país tan conflictivo como el nuestro. Sólo mi tío me hablaba de transformar el mundo y eliminar las sociedades de clase, pero en un lenguaje que no entendía.

Luego vino la secundaria, época que abordaré en la próxima entrada de esta autobiografía.

5 comentario(s):

Anónimo dijo...

Antes que un blog, usted, señor Ramos, necesita urgentes sesiones de psicoanálisis. Es evidente que hay en usted una fortísima búsqueda de atención.

Francisco Ramos dijo...

Señor Anónimo:

Le ruego que lea detenidamente el segundo párrafo de mi artículo autobiográfico, ese al que alude para elevar su "diagnóstico". En él, manifiesto que mi interés no es la simple búsqueda de atención. Si, indirectamente, provoco épater le bourgeois, le aseguro que ello no está vinculado a mis objetivos centrales. Estos no concilian con intencionalidades decadentistas.

Sobre mi "urgente" necesidad de sesiones de asesoría psicológica: gracias por la sugerencia que plantea. En realidad, yo ya llevo (de manera preventiva) dichas sesiones. Pero no son psicoanalíticas, sino cognitivo-conductuales. Considero que el psicoanálisis es una teoría naturalista de la personalidad, que reduce todo a experiencias subjetivas y/o pulsiones instintivas. Mal haría, por lo tanto, reemplazando mi terapia actual por otra ligada a una concepción metafísica.

Anónimo dijo...

"Hermano" Francisco, ¿cómo ha estado? Le escribo por lo siguiente, hace unos días perdí mi viejo celular, en el cual estaba su celular y su numero fijo, entonces me vi en la necesidad de revisar su blog, que por lo demás es bastante estimulante y perennemente divertido. Voy a leer con la atención que se merece estos post sobre el análisis desde la perspectiva filosófica de su niñez, por supuesto.

Bueno, entonces espero que me pases tu telefono, Panchito, para poder conversar un poco de esto y aquello, y ver si quedamos un día para conversar, que ahora tengo más tiempo ya que estoy de vacaciones, repensando cosas también. Sin nada más que decir, se despide de usted un viejo conocido, conmigo será hasta una nueva oportunidad.

Guillermo Raffo Ramos
zeith1@hotmail.com

Francisco Ramos dijo...

Estimado Guillermo, compañero de Literatura en la UNMSM:

Pues "mire Ud." (como diría un colombiano), le comento que tengo otro teléfono móvil (pues a mí también se me perdió mi viejo celular, que lo tenía desde los días en que Melquíades todavía no traía el hielo a Macondo). Le estaré enviando por el correo el número del mismo, y el de mi teléfono fijo. Por lo pronto, le adelanto que el primero es de Claro (tirando-pa-turbio) y el segundo es de Robofónica.

Por supuesto que podríamos conversar. Pero hay que evaluar los tiempos, y también las posibilidades más allá del tiempo. Creo que no converso con Ud. desde los dias del diluvio (ese que arrasó mis viejas creencias cristianas). Pero mientras tanto váyame recordando su número de teléfono. Espero que la crítica crisis financiera no vaya a alterar nuestro sentido de la amistad.

Hasta pronto.

Anónimo dijo...

Hacía falta disfrutar de esa gracia para decir las cosas que siempre ha tenido usté. Se extraña reírse así, como en los tiempos de Veda el Venerable, allá en alguna escalera, o en un patio de Letras.

Sí, sí, a medida que pasa el tiempo uno se deja seducir por diferentes maneras de construir sus palabras, y sigo pensando que juego cuando escribo y cuando hablo, y ese Ud. es ya parte de mi repertorio un tanto irónico y juguetón de destruir estas costumbres de seriedad y solemnidad. La verdad que es una alegría regresar a estos juegos. Y gracias por contestar tan prontamente.

Y claro, le enviaré mis teléfonos por el correo, faltaba más. Estuve leyendo un poco más su blog Panchito -espero que todavía me permitas llamarte de esa manera, me tomo la confianza en todo caso-. Y leyendo los comentarios, noto cómo algunos se toman su tiempo para mandar anónimos tratando de escarbar en defectos malintencionada y exageradamente, anulando absolutamente lo positivo en ti. Y eso, por lo demás, es una estupidez. ¡Cómo abundan estas personas que se dejan seducir por la idiotez facilmente, ya que no ganan nada, y más bien pierden su tiempo tratando de perjudicar a otra persona!

Bueno, en todo caso, vamos quedando por teléfono, espero se pueda concretar una conversa la próxima semana. Un abrazo Panchito, y que la fuerza acompañe el sentido de la amistad, y de pasada, feliz San Valentín.

Guillermo Raffo Ramos
zeith1@hotmail.com