07 abril 2009

Condenado Fujimori, condenado el Estado peruano actual

Hoy sentenciaron, en primera instancia, al sujeto cuya máxima “hazaña” fue consolidar las bases del neoliberalismo en el Perú. Alberto Fujimori, un incapaz moral (hasta el Congreso, lleno de personajes de su calaña, le atribuyó ese adjetivo cuando éste cometió la cobardía de renunciar por fax, en el 2001), ha sido señalado como responsable mediato de crímenes contra el pueblo, perpetrados a alumnos de la Universidad de la Cantuta y a habitantes del populoso distrito de Barrios Altos. Le han puesto 25 años de prisión.

Fujimori (junto con sus comparsas Montesinos y Hermoza) representó el rostro más descarado de la democracia formal, con libertades abstractas repartidas por todos lados (parecidas al “todos somos hijos de dios” feudal), acompañadas de matanzas y genocidios contra la población armada o desarmada, subversiva o despolitizada. Creyeron que su proyecto iba a durar mucho, pero el pueblo organizado tumbó sus sueños de papel.

Celebro, en ese sentido, el simbolismo propio de confinar a este ex-jefe de Estado a una reclusión que, de ser efectiva, lo tendrá el resto de su vida útil tras las rejas. Quienes, con mucho voluntarismo, luchamos -a pesar de nuestra poca formación política- junto a hombres y mujeres conscientes para sacudir el fantasma del fascismo descarado en nuestro territorio, no podemos sino alegrarnos.

Sin embargo, cabe hacer una atingencia: esta sentencia significa para el proletariado peruano el reconocimiento de todas sus luchas contra la estructura estatal de la República del Perú, afín a las clases empresariales. Es una validación, fuera de anarquismos, de los reclamos por un Estado gobernado por los obreros y los campesinos, donde el capital se subordine al trabajo.

Los 90s (la verdadera “década perdida”) dejan, pues, y a pesar de todo, grandes lecciones para quienes van comprendiendo que el imperialismo deja chicos a los mitos religiosos del infierno. En un texto anterior, escribí que luego de la caída de Fujimori, debe seguir la del neoliberalismo. Efectivamente, la sentencia de hoy deja abierta las puertas para un gran debate sobre la viabilidad de un sistema que sólo ha logrado la agudización de la pobreza y la alienación entre las masas.

Los mismos partidarios de Fujimori (por lo general, personas que extrañan las políticas asistencialistas de su gobierno) lo han dicho: la condena de su líder sienta la posibilidad de abrir procesos judiciales contra los funcionarios de los gobiernos de los ochentas, donde se cometieron muchísimos genocidios premeditados, de la misma crueldad que los que afectaron a los familiares de los asesinados en la década pasada.

Muy probablemente, de ratificarse la sentencia (de aquí a cuatro meses), la “venganza” de los fujimoristas incluya el apoyar la esperada reapertura de los litigios judiciales contra el actual presidente García, acusado de ordenar matanzas de subversivos reos y de campesinos en su primer gobierno. Es así que, haciendo uso de argumentos ad baculum, los simpatizantes del japonés que gobernó para la oligarquía peruana anuncian el harakiri del Estado burgués que nos oprime.