26 febrero 2009

"Slumdog Millionaire" o la decadencia del mito del progreso individual

Los premios Oscar no son de mi agrado. La calidad de las películas premiadas es voluble y responde a expectativas comerciales y/o esnobistas, más que a criterios auténticamente estéticos. Los relativismos salen sobrando ante esta idea, que creo que está lo suficientemente socializada entre quienes nos resistimos a ser vistos como simples clientes o consumidores.

Sin embargo, nunca está demás echarle un vistazo a las producciones cinematográficas que hacen las delicias de los sectores biempensantes en los Estados Unidos. Hoy tuve la oportunidad de ver, por "medios alternativos" (interpreten esta expresión), la película Slumdog Millionaire, que trata sobre un joven hindú inculto que gana el premio mayor en programa concurso de preguntas, al responder a éstas sobre la base de sus propias vivencias. Esta obra ganó ocho estatuillas en la última ceremonia de los Oscar, incluyendo la que corresponde a la mejor película. Veamos, pues, algunos aspectos en torno a ella.

Consideremos aspectos positivos. La idea de que el conocimiento surge de la experiencia es el transfondo de una película optimista, bien trabajada en los aspectos formales, que juega con los tiempos con pericia, enfocando diversos aspectos de la vida de sus personajes marginales. Esta manera "fresca" de contar la película es típica del mainstream cinemero estadounidense. Una larga tradición respalda estas virtudes.

No obstante estos aspectos rescatables, el mensaje transmitido no pasa de ser el de una historia convencional, que juega con la ignorancia que muchas personas tienen sobre las leyes que rigen el azar. La idea primitiva de que todo ocurre por una fatalidad, que aplasta a unos y acaricia a otros, es más que notoria. En la escena final, se explicita que todo lo que sucede "está escrito", en un sentido de predestinación. ¿Un paliativo a las continuas frustraciones que se viven en el capitalismo? Por supuesto.

Pero hay más. Esta película ha renunciado explícitamente al mito del progreso individual, o a lo que Weber llamaba el "espíritu del capitalismo". Es decir, a la premisa básica del éxito como originado por el esfuerzo y sudor de los "emprendedores". El universo (no tan) ficcional de esta obra es claro: los bienes ya tienen dueños, sólo queda aunarse a ellos y a sus métodos de trabajo para triunfar.

Es algo así como decir: "señores, el negocio se ha cerrado. Sólo quedan puestos en el sicariato, ¿alguno se anima?". Pero, de no poder hacer ello, siempre queda la opción de venderse como objeto de exhibición en un programa televisivo, donde puedan obtenerse los proverbiales "quince minutos de fama". Y esto es lo que hace el personaje principal de la película, hipotéticamente para llamar la atención de una bella joven arribista.

Por cierto: ya van algunas películas que son reconocidas en las premiaciones oficiales por dar este tratamiento light a la realidad del proletariado tercermundista. Es decir, emiten descripciones (muchas veces falseadas) de las vidas marginales para luego olvidarse de mostrar las causas de su deshumanización. ¿Será esto el inicio de una tendencia, que trata de desviar la atención en torno a la mediocridad (casi por antonomasia) de los grupos de poder capitalista? No sé, pero al menos todo esto resulta muy sospechoso.

En conclusión, en Slumdog Millionaire (algo así como "perro de barriada millonario", en inglés) pesa más lo negativo. Su real valor, en todo caso, consiste en que desnuda, inconscientemente, la conciencia social dominante: adáptate al sistema. Si has nacido para ello, triunfarás; pero no juguemos con las probabilidades: es mejor que te resignes a vivir como un paria. Total, así es el destino. ¿Qué le vamos a hacer?

18 febrero 2009

Venezuela y la consolidación del "proyecto bolivariano"


El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha logrado persuadir al 54,86% de los ciudadanos de esta nación sudamericana en su propuesta de reforma de la Constitución, de tal manera que posibilite que las autoridades vigentes sean reelegidas continuamente, al permitirles participar constantemente de los procesos electorales. Ello se desprende del informe oficial del Consejo Nacional Electoral de aquel país, en torno al referéndum del domingo 15 de febrero de 2009.

En Venezuela, como en Bolivia, impera un nacionalismo que no deslinda con la fuente de la explotación del hombre por el hombre: la propiedad privada sobre los medios de producción. Lo cual no implica que, cegado por una posición nihilista, desconozca los avances que representa todo proceso político de interés popular. Y en el país de Bolívar los cambios se están dando a pasos galopantes, lo cual genera condiciones para una mejor organización y empoderamiento de la clase proletaria.

Hoy en día, el llamado "proyecto bolivariano" (denominado también "Socialismo del Siglo XXI") se viene consolidando, barriendo con las formas tradicionales de hacer política dentro del sistema político venezolano. La burguesía intermediaria (a cuyo favor están plegados casi todos los medios comunicacionales) ha perdido la hegemonía frente a la burguesía nacional. Y ésta, bajo la dirección de Hugo Chávez, consolida sus aspiraciones geopolíticas de unificar a Indoamérica, y desarrollarla como potencia mundial.

Pero hay dificultades en este devenir. El plan de las "tres R" (revisión, rectificación e reimpulso revolucionario) anunciado por el PSUV no está muy claro en su sentido económico, y quedan dudas sobre si la actual crisis va a permitir seguir sustentando las políticas asistencialistas del Estado Benefactor que ha sido legitimado por el pueblo venezolano.

El pueblo llanero necesita, urgentemente, una mayor orientación y dirección por parte de sus mejores hijos. Chávez no es eterno y, si bien la gente está ahorita encandilada con sus dotes oratorias y su vocación nacionalista, las auténticas revoluciones necesitan mucho más que la elocuencia de un individuo.

Con todo, algo es muy cierto: una creciente politización de las masas es indicador de un desarrollo notable en la organización de las mismas. La politización implica la movilización social, una de las formas más elevada de la práctica social. Y la práctica social es fuente de verdad, manantial de enseñanzas para el pueblo trabajador.

14 febrero 2009

"La teta asustada" gana en Berlín: el cine criollo escala posiciones


Acabo de enterarme que, el día de hoy, la última película de la peruana Claudia Llosa (llamada, disonantemente, La teta asustada) ha ganado el premio mayor del Festival del Cine de Berlín, el "Oso de Oro". En ella (de acuerdo a la página oficial de la obra), se narra la historia de una joven que hereda los traumas del conflicto armado en el Perú, iniciado en los ochentas.

Inmediatamente, se me viene a la memoria la infame película Madeinusa (que en su momento fue objeto de mucha polémica), de la misma directora, que reflejaba en ella una mentalidad prejuiciosa y feudal, puesto que se hacía transmisora del clásico desprecio de la patronal contra las formas populares de vida (en la película se veía a una comunidad andina llena de defectos y envilecida, pero sin mencionar las causas reales de ese estado). Una calumnia parecida a la de Vidas paralelas, película de Roció Lladó, que transmite una visión sesgada de la época de la guerra interna, a favor de las fuerzas militares del Estado, y por ende encubridora de sus crímenes contra el pueblo peruano.

Como poco se consigue buscando explicaciones en cuestiones subjetivas o meramente individuales, me remito a la formación de la Llosa (pariente del inefable Escribidor, promotor de las ideas del imperio) en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Lima. Dudo muchísimo, por la posición de clase empresarialista que caracteriza la formación en esta universidad, que la intención de Madeinusa no haya sido la más pura y neta difamación contra el campesinado peruano, adornada y "fundamentada" con arreglos formales. Es decir, dudo que no sea un insulto más al proletariado por parte de la mediocre burguesía.

Sin embargo, la película premiada merece la mayor atención y análisis serios, toda vez que la Berlinale es el festival que, a nivel mundial, le da más importancia al contenido (sobre todo político) que a la forma. Ello implicaría, por lo menos, que la película es más persuasiva y menos farsesca que la opera prima de la directora limeña. Habría que evaluarse, por lo tanto, y con el mayor rigor, si esto no representaría solamente una sutilización de la perspectiva que los grupos de poder tienen contra la vida de las clases populares. O si tal vez constituye un giro en las maneras con que la directora aborda los conflictos sociales, hacia un enfoque más crítico, menos alienante.

Dudo de esto último. Pero habrá que esperar.



08 febrero 2009

Autobiografía intelectual. Parte II: pubertad, educación cristianizante y ciertas aproximaciones a la realidad


El desaforado y calumnioso comentario de un troll anónimo me ha suscitado (por supuesto, sin espíritu de revancha hacia la nada, que nada es) el deseo de retomar mis apuntes autobiográficos. Ha pasado ya más de un año desde que empecé a escribir al respecto.

Vuelvo a reiterar los objetivos de esta sección del blog: mi interés no se encuentra en hacer alarde de mi vida, con la finalidad de hacer un elogio de mi persona. Si ese fuera el caso, pondría maravillas sobre mi vida, cuestión que no he plasmado en ningún escrito público ni privado. Menciono cosas positivas y negativas, tratando de ser autocrítico e ir a las causas concretas de mis diversos pasos de vida. Y, a su vez, exponer mi proceso de desarrollo, desalienarme y socializar mi experiencia en servicio del pueblo. Recomienzo, pues, la tarea.

Parte II: pubertad, educación cristianizante y ciertas aproximaciones a la realidad.
Decía al final de la primera parte de esta sección que mi niñez me dejo una "primera capa de alienación que barnizaba mi ser", ya que me educaron en separar en mi mente y en mi praxis el trabajo intelectual del trabajo manual. Sin embargo, con los noventas habría de desarrollarse una década en la que nuestro país vio obstaculizado su proceso de cambios, en consonancia con las exigencias de los movimientos sociales. Fue una época traumática, donde la violencia inflingida por los agentes nacionales del imperialismo contra toda forma de protesta social dejó una huella que hasta ahora permanece en la conciencia de las masas.

Mi vida personal no fue ajena a ello. Mi pubertad la inicié con una preparación catequística para el sacramento de la primera comunión. La potencia de los mitos cristianos en el ambiente sectarizado de una parroquia de clase media -el "Nuestra Señora de la Esperanza", en la zona de Salamanca, distrito de Ate- fue muy efectiva. Me parecieron muy interesantes las historias de la Biblia, por su nivel de fantasía, y por sus contenidos moralizantes.

Pero una cosa era el aprendizaje y otra la praxis concreta en estos ambientes religiosos. En mis compañeros de formación catequética, no podía dejar reflejarse una época donde el neoliberalismo empezaba a considerarse como la solución a todos los conflictos sociales, y la promoción del "espíritu de empresa" se consideraba la panacea. Notaba en muchos niños algo que no podía procesar racionalmente, y que sólo ahora identifico como clasismo. Esas diferenciaciones (del tipo "yo tengo mucho, tú tienes poco") me parecieron absurdas. Sólo me impresionaba lo aferrado a las cosas que estaban algunos niños, algo que no encajaba con mi educación, condicionada por mi pobreza material. En ese contexto, inicié mi "segunda fase" de formación en la ideología católica.

Sin embargo, lo que considero realmente un hito en mi vida es mi aproximación a la realidad con la lectura de una famosa historieta de los años 80: El Cuy, de Juan Acevedo. Uno de mis tíos maternos -el que se hizo cargo de mi manuntención, hoy fallecido- había juntado, de manera un poco temerosa por la absurda represión del aprismo, ejemplares de el "Diario Marka" (un períodico de izquierda de los ochentas). Ahí venían esas historietas, entre otras que trataban de reflejar un poco la realidad que vivíamos en el Perú. Pero, estando en Lima, ellas no pasaron de parecerme un interesante reflejo de lo que sucedía en zonas lejanas, tan lejanas que hasta llegaba a concebir como imaginarias. La rutina de mis familiares, de pasar el día para sobrevivir, no les permitía darme nociones sobre lo que sucedía en un país tan conflictivo como el nuestro. Sólo mi tío me hablaba de transformar el mundo y eliminar las sociedades de clase, pero en un lenguaje que no entendía.

Luego vino la secundaria, época que abordaré en la próxima entrada de esta autobiografía.

03 febrero 2009

Bolivia: Estado burgués, nacionalista e indigenista


Ya es oficial. Al 100% de las actas computadas, la nueva Constitución en Bolivia, según la Corte Nacional Electoral de ese país, ha sido aprobada con el 61,43% de los votos. Paralelamente, se elimina el latifundio superior a las cinco mil hectáreas de superficie, cuestión sancionada por los electores con un aplastante 80,65% de votos.

La democracia representativa tiene sus bemoles y complejidades. El aparato del Estado burgués, ya sea imperialista o nacionalista, debe hacer muchos esfuerzos para contar con la aquiescencia del pueblo. En este caso, el proceso electoral boliviano, desarrollado el último 25 de enero, ha tenido como consecuencia la sanción de una Carta Magna nacionalista e indigenista.

Sin embargo, el régimen de la propiedad privada sigue viéndose como una necesidad en este texto. Lo cual hace problemático denominar "socialista" al carácter de la política del Estado boliviano.

Evo Morales, nadie lo puede negar, es un político carismático. Sus raíces campesinas, sin embargo, no lo hacen inmune a las críticas de quienes consideramos que, mientras no siente las bases para que el régimen de la plusvalía sea desactivado, no pasará de ser un líder populista.

Es de esperarse que la política interna de nuestro vecino país consolide una dinámica distinta a la que ha tenido en las últimas décadas, y que ya viene ensayando desde hace unos años. Por su parte, los pueblos deben aprovechar los espacios que les brinda la legalidad opresora para avanzar en la consecución de sus intereses objetivos, pero sin caer en la línea de los dirigentes que quieren reducirlo todo a legalismos o a cuestiones de ánforas.

En toda Latinoamérica es necesario barrer con los intereses de las oligarquías, y hacer lucha abierta contra ellas, tanto en el frente político como cultural. Pero, en cuanto se consiga el objetivo inmediato, nuevos frentes de lucha deben abrirse. Ni las masas, ni los cuadros proletarios organizados, podrían contentarse con lo que sólo representa el inicio de un proceso. Hay que planificar, contra lo que piensan los hayistas, una transformación continua en todos los espacios y tiempos.