27 septiembre 2007

Carta a Fujimori

Recuerdo aquél día -luchando contra el régimen que representas, bregando contra la estructura infame que ayudaste a construir-, el aproximarse lento y sádico de una bomba lacrimógena. Tu perro (o polícia, da lo mismo) tenía órdenes de apuntar a todo aquel que protestase. Una puerta se abrió, evitando que me capturasen. Por la televisión, vi personas que corrieron menor suerte, siendo apresadas, bombardeadas, golpeadas.

¿Creías que nos íbamos a quedar callados? ¿O que íbamos a salir a las calles para aclamarte con alegría? No éramos parte de tus turbas lumpenescas. No necesitábamos de tus migajas, con las que intentabas suscitar en algunos una filiación masoquista. Tampoco las necesitamos ahora.

Ahora, estás en prisión. Y sigues envejeciendo. Tu rostro está lleno de arrugas múltiples, una por cada crimen. Cada pliegue abre la posibilidad de que se abran muchos más, reflejando tu prontuario de una manera más objetiva. Es así que se irán descubriendo cada vez más tus tropelías.

Se ha luchado por esto, y se debe seguir luchando. A pesar del poder judicial, a pesar de la criminalización de las protestas. A pesar de todo lo que provocaste junto con tus secuaces, corrupto. Después de tu caída, la del neoliberalismo.